jueves, 22 de agosto de 2013

Soñar y hacer que otra Honduras sea posible



Honduras hace honor a su nombre. El país se encuentra en las honduras de la pobreza, de la miseria, de la violencia, de la migración forzada, de la desesperanza, de la desesperación, de la impotencia, de la falta de confianza en las instituciones y en las personas, del desprecio por la vida, de las desigualdades, de la corrupción y de la impunidad.
Pero toda la miseria a la que estamos condenados no es producto del orden natural de las cosas ni de designios divinos; es producto de una historia de saqueo, de malas administraciones y malos gobiernos, de hombres y mujeres que ven en lo público un patrimonio privado que pueden vender, alquilar, robar y destruir a costa de la dignidad de las comunidades a quienes miran con desprecio y aplican el terror de la fuerza militar, policial y paramilitar.
Por tanto, al no ser algo natural ni divino, el estado actual de cosas puede y debe ser transformado en un presente y un futuro más justo y solidario. Para ello se requiere mucha imaginación, participación popular y comunitaria, y sobre todo esperanza y necedad de que otra Honduras es posible.
Una Honduras donde los cuarteles militares se conviertan en escuelas y hospitales, y las balas y otras municiones se transformen en cuadernos, libros y colores. Una Honduras donde cada barrio tenga un centro de salud que ofrezca atención de calidad y donde ser médico y maestro sea visto con prestigio y respeto por su más alto compromiso con la dignidad de las personas.
Una Honduras donde los centros deportivos y centros culturales rebosen de canchas, de deportes, de talleres de pintura, de cerámica, de música, de teatro y de poesía, y las calles, las plazas y los parques se conviertan en escenarios idóneos para la explosión de la vida pública.
Como dice Eduardo Galeano, quizá soñar con estas cosas en medio de tanto desaliento es delirar pero es urgente que estos ataques de delirio sean más frecuentes y colectivos, y “desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable”.

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