martes, 17 de septiembre de 2019

La lucha por la democracia es la lucha contra el patriarcado

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Decía Berta Cáceres que la dictadura hondureña tiene diferentes formas de dominación y para fortalecerse no solamente se ha aliado con el capitalismo más depredador y el racismo, sino también con el patriarcado que ha relegado a las mujeres a una posición subalterna frente a los hombres.

Afortunadamente, en los últimos años el movimiento de mujeres a nivel mundial está tomando las calles, las plazas, los micrófonos, los estrados y los demás espacios públicos para colocar una importante parte de sus demandas y reivindicaciones en la agenda política y mediática.

Las mujeres a través de los feminismos están consiguiendo interpelar a toda la sociedad sobre sus luchas legítimas por una sociedad igualitaria; y, en este sentido, están poniendo sobre la mesa el mensaje y la exigencia de que dicha lucha ya no es una cuestión exclusiva de ellas, sino también de los hombres.

En este sistema patriarcal a los hombres se les ha enseñado a normalizar e interiorizar diversas violencias contra las mujeres producto de unas relaciones desiguales de poder que les impulsa a mostrarse fuertes, valientes, capaces de asumir riesgos y percibir la feminidad como una debilidad que reduce la hombría.

Como lo señala Martínez-Guirao, el poder, la violencia, la fuerza, el riesgo, el privilegio, el éxito, entre otros, están en la esencia misma del sistema patriarcal con un enorme costo para la vida y la salud de las mujeres, pero también para los hombres que siempre deben estar a la altura del macho que se espera de ellos.

Por ello, los feminismos no solamente liberan a las mujeres, sino también a los hombres y, en este sentido, estos últimos tienen una responsabilidad fundamental en deconstruir el modelo hegemónico de masculinidad patriarcal y avanzar hacia masculinidades alternativas e igualitarias.

Los hombres de los movimientos sociales y progresistas del país tienen una responsabilidad mayor porque no se puede denunciar el autoritarismo del régimen si no cambiamos radicalmente nuestras actitudes machistas al interior de nuestras organizaciones, en el trabajo o en el hogar.

Como lo señalan nuestras compañeras feministas, “sin cambios, tanto en el espacio personal/privado como en el político/público, no puede haber emancipación para las mujeres […] debe haber coherencia entre uno y otro espacio”.

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