martes, 17 de septiembre de 2019

Radiografía de una dictadura


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En 2009, fue uno de los precursores del primer golpe de Estado del siglo XXI como líder del partido Nacional en el Congreso de la República, el cual generó una grave crisis institucional y de derechos humanos que se sigue manifestando hasta estos días. 

En 2012, siendo presidente del Congreso Nacional, destituyó ilegalmente a 4 magistrados y magistradas de la Sala de lo Constitucional para colocar a personas fieles a sus intereses y que garantizaran sus intenciones continuistas. 

En 2015, la “nueva” Sala de lo Constitucional compuesta a su medida, dictó una espuria sentencia que reformó de facto la Constitución de la República para permitirle la reelección a pesar de su ilegalidad, basándose en la mentira de que se violentaban sus derechos humanos. 

En 2017 se presentó ilegalmente a las elecciones presidenciales y a pesar de controlar el presupuesto nacional y las instituciones electorales no pudo "ganar" limpiamente, y volvió a despreciar la voluntad popular imponiénsose a través de un monumental fraude que aseguró con la fuerza de las armas. 

Y durante todo este tiempo se encargó de construir una enorme red de favores y lealtades, colocó estratégicamente en las instituciones civiles, policiales y militares a familiares y personas afines para garantizar su impunidad y su corrupción. 

A su vez, reformó y adoptó leyes, entre ellas, las penales, para que le sirvan de instrumento represivo y autoritario en contra de quienes nos oponemos a su régimen y su modelo de despojo, y, al mismo tiempo, para otorgar beneficios a quienes está vinculado por sus alianzas con la corrupción y el narcotráfico. 

Y para ponerle la cereza al pastel, creó a la Policía Militar que se ha constituido en su ejército privado, en sus perros de garra, en su guardia pretoriana de sus privilegios y sus ilegalidades; y, a su vez, se convirtió en un absoluto títere de la embajada de las barras y las estrellas para ganarse su fugaz respaldo. 

El régimen dictatorial de Juan Orlando Hernández no se limita a su persona, es toda estructura que es necesario desmontar para poder iniciar una etapa de transición que nos lleve a un nuevo proceso democrático. 

Pero para ello se requiere el compromiso articulado y movilizado de una ciudadanía crítica y activa que no continúe esperando que los vientos inciertos del Norte desgasten las bases que sostienen a la dictadura hondureña.

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