Hablar de Afganistán, Irak, Ruanda, Somalia o Colombia es hablar de guerras, conflictos internos, muerte, tragedia, dolor y situaciones extremas de violencia en donde el ejercicio de cualquier actividad o profesión implica un gran riesgo, sobre todo si se trata de informar acerca de estos hechos y de la situación en que viven las poblaciones de tales países.
Cualquiera podría suponer que los países mencionados son los más peligrosos para ejercer el periodismo, no obstante, de acuerdo con el reciente informe de la ONG Campaña Emblema de Prensa, en los primeros seis meses de este año México y Honduras encabezan la deshonrosa lista de países más peligrosos para los periodistas con 9 y 8 asesinatos, respectivamente, por delante de Afganistán o Irak, dos países en guerra.
En América Latina, que detenta el récord de 24 periodistas asesinados, se podría pensar que Colombia, con un conflicto armado interno que lleva más de medio siglo, es el país con mayor riesgo para el ejercicio del periodismo, sin embargo, nuestro país casi triplica el número de periodistas asesinados, es decir, 8 asesinatos en Honduras frente a 3 en Colombia.
Curiosamente, estos asesinatos se han cometido en los primeros meses del gobierno de Lobo Sosa, quien maneja un discurso de respeto a los derechos humanos y de reconciliación nacional, pero la realidad demuestra que no es más que un gobierno continuador de las dinámicas y estructuras del golpe de Estado, que no permiten el disenso ni la oposición.
Este nuevo informe sobre la situación de la libertad de expresión en Honduras debe servir para que el retorno del país al concierto internacional esté condicionado al irrestricto respeto a los derechos humanos, lo cual pasa obligatoriamente por la depuración de las instituciones del Estado que aún están en manos de los golpistas y por la investigación y sanción de los responsables intelectuales y materiales de estos crímenes.
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