La agencia de noticias AP acaba de
publicar una nota investigativa de los periodistas Alberto Arce y Katherine
Corcoran en el que dejan evidencia tres cosas importantes.
En primer lugar, que el
Departamento de Estado de los Estados Unidos gasta cada año millones de dólares
de los contribuyentes estadounidenses en la cuestionada policía hondureña cuyo
proceso de depuración hasta el momento es un total fracaso.
En segundo
lugar, que el gobierno de
Estados Unidos cuestiona que Juan Carlos “El Tigre” Bonilla sea el Jefe de la
Policía de Honduras por su supuesta participación en escuadrones de la
muerte encargados de ejecutar una política de limpieza social para desaparecer
y asesinar a pandilleros, secuestradores y otros presuntos delincuentes.
En un
informe del año pasado, el Departamento de Estado señaló haber retirado fondos
de las unidades de la policía hondureña bajo supervisión directa del “Tigre”
Bonilla, hasta que pueda investigar “las acusaciones de violaciones de los
derechos humanos relacionadas con el servicio pasado del director general de la
policía".
En tercer
lugar, que de acuerdo al gobierno estadounidense, el dinero que aporta a la
policía sólo llega a unidades especiales, certificadas y entrenadas que no
operan bajo la supervisión directa del Tigre Bonilla.
Estos tres
puntos revelan una vez más el doble discurso y la doble moral de los Estados
Unidos porque por un lado sigue apoyando a una policía cuestionada por décadas
por su vinculación a crímenes de Estado durante los años 80 y a crímenes contra
la ciudadanía, y al mismo tiempo señala que su dinero no va a las unidades que
están bajo la supervisión de jefe policial.
No obstante,
la posición estadounidense es contradictoria porque de acuerdo con la legislación
nacional, el “Tigre” Bonilla tiene el control de todas las unidades de la
policía y por tanto, no hay ningún policía en Honduras que no dependa
jerárquicamente de él o no le deba obediencia.
En este
sentido, aunque el gobierno de Estados Unidos diga que sólo da dinero a ciertas
unidades de la policía, nadie cree que sea tan ingenuo de no saber que
legalmente toda la policía está bajo el control del “Tigre” Bonilla.
En un país
serio, el sistema de justicia ya hubiera dado los pasos para investigar todas
estas denuncias y el gobierno suspendería al director de la policía; evidentemente
de una institucionalidad fallida no puede esperarse nada pero lo más terrible
es el silencio casi unánime de la sociedad que parece haberse convertido en un
simple espectador de un espectáculo de sangre y muerte en el que la propia
sociedad pone a las víctimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario