La esperanza es lo último que se pierde reza un dicho popular y en materia de justicia para las víctimas del golpe de Estado y de las graves violaciones a derechos humanos que se cometen en Honduras, la esperanza es como la utopía de Galeano que nos impulsa a seguir caminando uno, dos o tres pasos más aunque la justicia y la reparación parecieran alejarse cada vez más.
La esperanza se nutre de señales, de buenas nuevas, de pequeños pasos que aunque pudieran parecer insignificantes o lejanos, nos dejan destellos de un nuevo día, de un nuevo amanecer para las víctimas sedientas de justicia y de verdad.
De este modo, esta semana hemos sido testigos del primer fallo de la Corte Penal Internacional, en el cual encontró culpable al señor de la guerra congoleño Thomas Lubanga por secuestrar a miles de niños y utilizarlos como soldados en luchas tribales en las que murieron más de 60 mil personas. Esta sentencia representa una victoria de la justicia internacional contra la impunidad y una reparación, siquiera simbólica, para las miles de víctimas del sanguinario caudillo congoleño, y además es un aviso para otros criminales que están siendo investigados por la fiscalía de este tribunal en Colombia y Honduras.
También hemos sido testigos de la decisión de los fiscales de Brasil de presentar cargos penales contra el coronel retirado Sebastião Curió Rodrigues de Moura por la desaparición de cinco personas en el estado de Pará en 1974. Esta es la primera causa penal abierta contra un militar por violaciones de derechos humanos cometidas durante el gobierno militar de Brasil del periodo comprendido entre 1964 y 1985, cuando se cree que desaparecieron más de 475 personas y millares sufrieron tortura.
Finalmente, en Guatemala fue condenado el quinto soldado de ese país, Pedro Pimentel Ríos, por su participación en la masacre del poblado de Dos Erres en 1982, en la que murieron más de 250 personas. El Estado guatemalteco se vio obligado a reabrir las investigaciones, como parte del cumplimiento de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el año 2009.
Estas señales, estos pasos cercanos de justicia y reparación deben servir para que los hondureños y hondureñas sigamos dando pasos firmes en nuestro arduo y complicado camino hacia la dignificación de las víctimas y la sanción de los victimarios.
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