El Coronavirus ha puesto de cabeza al mundo y al país, aunque Honduras está de cabeza desde hace mucho tiempo debido a un minúsculo, pero poderoso grupo político, religioso y empresarial que la mantiene en una situación de postración.
Como lo plantea el dicho popular, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Sin embargo, el pueblo hondureño lleva el último siglo sometido a desastres naturales, pandemias, violencia, empobrecimiento y crisis políticas que impiden el desarrollo de la vida digna.
Por ello es que la crisis generada por el Coronavirus viene a profundizar otra emergencia grave, sistémica, y permanente que llevamos arrastrando con mayor recrudecimiento desde hace más de 10 años cuando se deterioró a niveles alarmantes la poca institucionalidad pública debido al golpe de Estado.
A pesar de la incertidumbre que nos rodea en estos tiempos de confinamiento obligatorio, es tiempo de pensar en la Honduras que queremos cuando pase esta pandemia para darle vuelta a la pirámide de prioridades que nos han impuesto.
En primer lugar, debemos sumarnos a la lucha de la Plataforma para la Defensa de la Salud y Educación para estos derechos sean efectivamente respetados y garantizados con un presupuesto suficiente para brindarle a la población salud y educación pública gratuita, universal y de calidad.
En segundo lugar, debemos reestructurar el presupuesto nacional para que nunca más el dinero público se destine a la compra de armas y a mantener a unas fuerzas armadas que, como dice Víctor Meza, son la peor pesadilla para la democracia en Honduras y también para los derechos humanos.
Y, en tercer lugar, tenemos que refundar el Estado y sus instituciones. Hoy más que nunca debemos apostar por un proceso constituyente que permita colocar una primera piedad en la construcción de un país más justo y solidario, en donde se castigue moral y legalmente a los corruptos y a sus cómplices.
Como lo plantea el dicho popular, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Sin embargo, el pueblo hondureño lleva el último siglo sometido a desastres naturales, pandemias, violencia, empobrecimiento y crisis políticas que impiden el desarrollo de la vida digna.
Por ello es que la crisis generada por el Coronavirus viene a profundizar otra emergencia grave, sistémica, y permanente que llevamos arrastrando con mayor recrudecimiento desde hace más de 10 años cuando se deterioró a niveles alarmantes la poca institucionalidad pública debido al golpe de Estado.
A pesar de la incertidumbre que nos rodea en estos tiempos de confinamiento obligatorio, es tiempo de pensar en la Honduras que queremos cuando pase esta pandemia para darle vuelta a la pirámide de prioridades que nos han impuesto.
En primer lugar, debemos sumarnos a la lucha de la Plataforma para la Defensa de la Salud y Educación para estos derechos sean efectivamente respetados y garantizados con un presupuesto suficiente para brindarle a la población salud y educación pública gratuita, universal y de calidad.
En segundo lugar, debemos reestructurar el presupuesto nacional para que nunca más el dinero público se destine a la compra de armas y a mantener a unas fuerzas armadas que, como dice Víctor Meza, son la peor pesadilla para la democracia en Honduras y también para los derechos humanos.
Y, en tercer lugar, tenemos que refundar el Estado y sus instituciones. Hoy más que nunca debemos apostar por un proceso constituyente que permita colocar una primera piedad en la construcción de un país más justo y solidario, en donde se castigue moral y legalmente a los corruptos y a sus cómplices.
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