viernes, 25 de enero de 2019

Masacres y mentiras

Desde que el presidente de facto Juan Orlando Hernández se encaramó seriamente en el poder, primero en el Congreso Nacional y después en el poder ejecutivo, ha mantenido un discurso militarista con el fin de construir una opinión pública favorable a la remilitarización del país y destinar importantes recursos financieros a las Fuerzas Armadas por encima de partidas esenciales como salud.

Desde el ERIC y Radio Progreso hemos venido denunciando que bajo esta lógica se ignora la reforma profunda e integral del sistema de seguridad y justicia, y solo se adoptan medidas cortoplacistas como el aumento de las penas y de la prisión, y la adquisición de un armamento costoso que convierte a soldados y policías en agentes de guerra cuyo efecto en la reducción de la criminalidad resulta cuestionable.

Aunque la violencia puede remitir en los primeros momentos del despliegue inicial, las graves violaciones a derechos humanos en el marco de la crisis postelectoral y las 5 masacres en las que perdieron la vida 18 personas en los primeros 13 días de este año, nos alertan de que la violencia pronto vuelve a arremeter con fuerza y que las denuncias sobre dichas violaciones aumentan de forma dramática.

Por mucho que los voceros del régimen de facto como el general René Orlando Ponce Fonseca y el diputado David Chávez mientan descaradamente e intenten hacer creer que son “casos aislados” o que las víctimas son las culpables por estar involucradas en cuestiones de droga, el modelo restrictivo de seguridad que nos han impuesto está destinado más a sostener al régimen que a brindar seguridad humana a la población.

La seguridad es un valor superior, meta de todo ser humano, indispensable para que se realicen las condiciones de una vida social inseparable de la dignidad humana, de sus libertades y derechos.

Por ello, mientras no exista una verdadera separación de poderes, una administración de justicia sólida y eficaz como producto de su imparcialidad e independencia, una política criminal congruente con los derechos humanos y una redistribución del presupuesto general de la república para mejorar las condiciones de vida de la gente, la seguridad seguirá siendo el privilegio de quienes se aferran al poder.

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