miércoles, 13 de noviembre de 2019

Las crestas de la ola de la lucha ciudadana


Existe el sentimiento de que el pueblo hondureño es masoquista, que quienes gobiernan hacen lo que quieren y que la ciudadanía no reacciona con contundencia.

A la luz de las tibias reacciones ciudadanas ante la sentencia contra Tony Hernández, que desnuda que estamos bajo la tiranía de un narco régimen, hay quienes desde afuera de nuestras fronteras afirman que jamás han visto a un pueblo tan apático.

Sin embargo, para vencer la sensación de desánimo es importante recordar que las luchas sociales tienen picos altos y periodos de relativa calma; estos últimos no implican indiferencia, sino recuperación de fuerzas individuales y colectivas.

Solo en las dos últimas décadas el pueblo hondureño se ha movilizado masivamente en reiteradas ocasiones. En el año 2003 se movilizó para luchar contra la privatización del agua; en el 2008 se movilizó para denunciar la corrupción en la conocida huelga de fiscales.

En el 2009, las luchas de resistencia contra el golpe de Estado llenaron las calles de Honduras durante meses; en el 2015 el movimiento de las antorchas iluminó los caminos en el combate a la corrupción generalizada del país.

En el año 2017 las calles fueron nuevamente inundadas por las luchas ciudadanas en defensa de la democracia y contra el fraude electoral; y en 2019, la Plataforma para la Defensa de la Salud y la Educación demostraron la energía e indignación ciudadana contra la privatización.

Como dice el sociólogo Eugenio Sosa, la ciudadanía lleva 10 años movilizada en las calles y es normal que existan momentos de respiro, teniendo en cuenta que se protesta contra un régimen autoritario y armado hasta los dientes.

Debemos seguir con la esperanza de que toda esta movilización continuada con sus altos y sus bajos, algún día dará los frutos esperados, y podremos ver el nacimiento de una nueva Honduras más justa, solidaria y compartida, rescatada de las manos de los corruptos e impunes.

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