La Constitución de la República en su artículo 351 establece un sistema
tributario basado en principios de legalidad,
proporcionalidad, generalidad y equidad de acuerdo con la capacidad económica
de cada contribuyente.
Con este modelo distributivo se recoge una parte de la riqueza social generada
en el país para destinarla a aumentar el bienestar y el desarrollo equitativo del
conjunto de la sociedad, a través del financiamiento de la provisión de bienes
y servicios que hagan efectivos los derechos humanos de la población, sobre
todo de los sectores más vulnerables.
Pese al mandato constitucional, uno de los graves problemas en Honduras
es el alto nivel de evasión tributaria con respecto al impuesto sobre la renta,
es decir, el impuesto sobre la riqueza que las personas y empresas logran
acumular en su propio beneficio.
En los últimos años la evasión ha alcanzado un promedio de 45 mil
millones de lempiras anuales, lo cual implica que quienes más ganan no están pagando
sus impuestos o que al menos, no lo están haciendo adecuadamente.
Obviamente, un Estado que estructuralmente facilita la no
tributación de los más ricos, tiene que desplegar otras estrategias para
procurarse los ingresos que requiere el mantenimiento de sus costos de
operación, y por ello se recurre al cobro de otros impuestos que gravan las
ventas, la producción y el consumo.
En concreto, estos impuestos se cargan a los consumidores finales
independientemente de sus ingresos, lo que significa que pagan lo mismo los que
son muy ricos o los que son muy pobres al momento de consumir bienes y
servicios gravados con estos impuestos.
Como en este país la gran mayoría de personas tienen bajos y medianos
ingresos, y todas ellas son consumidores de bienes, es esta inmensa mayoría la
que aporta, en términos globales, el mayor porcentaje de recursos que el Estado
obtiene por el cobro de impuestos indirectos, en tanto que, las personas ricas
aportan, en términos globales, un porcentaje menor aunque individualmente
consuman mucho más que el resto.
Esto es así por el simple hecho de que ricos consumiendo mucho, hay muy
pocos, en tanto que personas de medianos y bajos ingresos hay muchísimas,
aunque consuman individualmente poco.
Contrariando al modelo ordenado por la Constitución, el sistema
tributario hondureño es perverso y coloca una pesada carga a la espalda de
quienes menos tienen para sostener un aparato gubernamental que cada día más
demuestra que está al servicio de quienes más tienen.
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