jueves, 16 de mayo de 2013

¡Guatemala nunca más!, ¡Honduras nunca más!, ¡Latinoamérica nunca más!



El general Efraín Ríos Montt fue nombrado por los militares guatemaltecos presidente del gobierno de facto desde el 23 de marzo de 1982 hasta el 8 de agosto de 1983, cuando fue separado del cargo por otro golpe militar. 

Ese corto período de tiempo de su mandato se convirtió en el más sangriento de los 36 años de guerra civil guatemalteca, durante el cual se perpetraron las peores masacres de indígenas de la etnia Ixil que incluyen el asesinato de 1,771 personas, al menos 11 matanzas masivas, más de 1,400 mujeres violadas y 29,000 personas desplazadas.

Cuando todo este dolor provocado por Ríos Montt parecía que quedaría en la impunidad, las víctimas encontraron la luz al final del túnel al condenarse al todopoderoso ex dictador guatemalteco a 50 años de prisión por genocidio y a 30 años más por crímenes de lesa humanidad.

Sin duda alguna, esta sentencia es producto de un largo proceso que incluyó el establecimiento de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, la elección de la defensora de derechos humanos Claudia Paz y Paz como Fiscal General del Estado y la creación de los Tribunales de Alto Riesgo en los que se han nombrado jueces y juezas valientes y comprometidas con la justicia como Jazmín Barrios, quien tiene un historial de sentencias emblemáticas contra militares acusados de violaciones a los derechos humanos en la última década.

Pero además, esta histórica sentencia es consecuencia de la insistencia y tenacidad de víctimas, familiares y organizaciones de derechos humanos guatemaltecos por obtener justicia. La sentencia contra Ríos Montt constituye un hito histórico para la justicia en el continente ya que es la primera vez en América Latina que se juzga por el delito de genocidio a un ex general a través de un juicio llevado a cabo por los tribunales del propio país.

Esta sentencia tiene un impacto significativo en países hundidos en la impunidad como el nuestro, ya que se envía un mensaje contundente que es posible el castigo a los responsables civiles, militares y policiales de las violaciones a derechos humanos durante los años 80 y el golpe de Estado de 2009; que es fundamental sanear y recuperar instituciones tan importantes como el Ministerio Público y el Poder Judicial; y que mientras no enfrentemos y resolvamos con justicia nuestro pasado reciente, jamás podremos vivir en paz ni en un Estado democrático de derecho.

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