Hoy la justicia hondureña
absolvió a Magna Marbella Rodríguez, quien había sido acusada por el Ministerio
Público de intento de parricidio, es decir, de querer envenenar a sus
hijos e hijas.
A simple vista, cualquiera puede cuestionarse cómo
es posible que una madre sea capaz de mezclar agua con insecticida y dársela a
sus pequeños niños y niñas. Pero detrás de esta decisión tan dura, hay una
realidad de miseria, pobreza, hambre, abandono, violencia y desesperación que
empujó a Magna a tomar tan trágica medida.
Ser madre o padre y vivir en la impotencia de no
tener nada que darles de comer durante 3 días a sus hijos e hijas puede llevar
a la decisión de suicidarse y llevárselos con ella o él a la muerte.
Como sociedad debemos
aceptar el hecho que la historia de Magna es el resultado de una violencia estructural de género, de patrones socioculturales que discriminan a las
mujeres y de un sistema que justifica la dominación masculina sobre la base de
una supuesta inferioridad biológica femenina.
Este sistema tiene su
origen en la familia y se proyecta en todo el orden social, económico,
cultural, religioso y político. El Estado ha fomentado esta situación a través
de su incapacidad de garantizar el ejercicio de los derechos humanos de las
mujeres en general, particularmente los de las más vulnerabilizadas como Magna.
Por eso, como ERIC y
Radio Progreso nos preguntamos, “¿dónde estaba el Estado de Honduras cuando Magna
buscó trabajo, acceso a la salud y a la educación pública, y alimentación para
sus hijos e hijas? ¿Por qué el Estado de Honduras sólo se apareció para juzgar
y condenar a Magna por un acto realizado debido a una situación de
desesperación al ver a sus hijos e hijas muriendo de hambre?”
Hoy la justicia hondureña
absolvió a Magna después de 2 años de estigmatización, cárcel, señalamientos y condenas morales. La historia de Magna es una muestra de un sistema que
naturaliza la violencia y la discriminación contra las mujeres, el cual se
manifiesta y reproduce en todos los ámbitos de la vida.
Hombres y mujeres debemos condenar y darle vuelta a este sistema que como lo señala la Comisión Interamericana de derechos Humanos, actúa a través de la familia, el lenguaje, la publicidad, la educación y los medios de comunicación masiva para canalizar "un discurso y mensaje ideológico que condiciona el comportamiento de hombres y mujeres conforme a los patrones culturales establecidos que promueven las desigualdades" y refuerzan "los roles y estereotipos que actúan en detrimento de las mujeres".
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