El conocido y misterioso Triángulo de las Bermudas se encuentra ubicado en una extensa zona del océano Atlántico entre Puerto Rico, Florida y las islas Bermudas. Sobre él se cuentan muchas historias extrañas sobre desapariciones de aviones y barcos, así como de avistamientos de ovnis y otros sucesos enigmáticos.
En Centroamérica tenemos nuestro particular “Triángulo de las Bermudas” dominado por unos seres autoritarios que se aferran al poder a cualquier costo y que arrastran en sus regímenes turbulentos los pocos avances que se han logrado en materia de institucionalidad democrática.
En Guatemala, Jimmy Morales ha emprendido una guerra sucia en contra de la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG) que le está investigando por corrupto, en el marco de la cual ha expulsado al jefe de dicha misión, revocado la visa a sus investigadores y desacatado las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad.
En Nicaragua, Daniel Ortega se ha convertido en un dictador al mismo estilo que Somoza, ha cooptado todas las instituciones públicas, ha cometido crímenes de lesa humanidad contra su propio pueblo y ha demostrado que el poder, independientemente de las ideologías, siempre es un peligro para la dignidad de las personas.
En Honduras, Juan Orlando Hernández, un usurpador, mentiroso compulsivo, marioneta de la embajada de Estados Unidos, con un hermano narcotraficante y una hermana vinculada a los actos más graves de corrupción en la historia del país, se aferra al poder ilegalmente y con la bota opresiva de su Policía Militar y las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, lo que diferencia a Guatemala de Nicaragua y Honduras es que por los momentos todavía quedan algunos altos funcionarios que están actuando con independencia y en defensa de la legalidad, como lo ha demostrado el Defensor del Pueblo, la Fiscal General del Estado y la Corte de Constitucionalidad.
Pero también, no debemos ignorar que en estos tres regímenes los militares juegan un papel fundamental para su sostenimiento, lo cual confirma una vez más que en la historia centroamericana son la peor pesadilla y el principal obstáculo para construir sociedades verdaderamente democráticas.
Sin duda alguna, la experiencia de una Costa Rica sin Fuerzas Armadas debe ser el horizonte que nos guíe en la construcción de una nueva Centroamérica de paz, solidaridad, desarrollo y dignidad.
En Centroamérica tenemos nuestro particular “Triángulo de las Bermudas” dominado por unos seres autoritarios que se aferran al poder a cualquier costo y que arrastran en sus regímenes turbulentos los pocos avances que se han logrado en materia de institucionalidad democrática.
En Guatemala, Jimmy Morales ha emprendido una guerra sucia en contra de la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG) que le está investigando por corrupto, en el marco de la cual ha expulsado al jefe de dicha misión, revocado la visa a sus investigadores y desacatado las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad.
En Nicaragua, Daniel Ortega se ha convertido en un dictador al mismo estilo que Somoza, ha cooptado todas las instituciones públicas, ha cometido crímenes de lesa humanidad contra su propio pueblo y ha demostrado que el poder, independientemente de las ideologías, siempre es un peligro para la dignidad de las personas.
En Honduras, Juan Orlando Hernández, un usurpador, mentiroso compulsivo, marioneta de la embajada de Estados Unidos, con un hermano narcotraficante y una hermana vinculada a los actos más graves de corrupción en la historia del país, se aferra al poder ilegalmente y con la bota opresiva de su Policía Militar y las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, lo que diferencia a Guatemala de Nicaragua y Honduras es que por los momentos todavía quedan algunos altos funcionarios que están actuando con independencia y en defensa de la legalidad, como lo ha demostrado el Defensor del Pueblo, la Fiscal General del Estado y la Corte de Constitucionalidad.
Pero también, no debemos ignorar que en estos tres regímenes los militares juegan un papel fundamental para su sostenimiento, lo cual confirma una vez más que en la historia centroamericana son la peor pesadilla y el principal obstáculo para construir sociedades verdaderamente democráticas.
Sin duda alguna, la experiencia de una Costa Rica sin Fuerzas Armadas debe ser el horizonte que nos guíe en la construcción de una nueva Centroamérica de paz, solidaridad, desarrollo y dignidad.
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