domingo, 11 de agosto de 2013

Las cárceles y las cátedras del crimen



En el año 2002, el entonces Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, Leo Valladares Lanza, denunciaba “sin temor a la exageración, que estamos ante violaciones masivas y sistemáticas de los derechos humanos de la población interna” en las cárceles del país.
11 años después, el Relator Especial para las Personas Privadas de Libertad de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Rodrigo Escobar Gil, señalaba que dicha situación no ha cambiado nada, ya que el sistema penitenciario hondureño ha colapsado debido a las graves deficiencias estructurales que sufre, lo cual provoca que se violen sistemáticamente los derechos fundamentales de los reclusos.
Las declaraciones del comisionado Escobar Gil se fundamentan en el Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la situación de las personas privadas de libertad en Honduras presentado la semana pasada en Tegucigalpa, en el cual se señalan los graves problemas carcelarios y se plantea la adopción de una serie de medidas que, de ser efectivamente implementadas, tendrían un impacto positivo relevante en las deficiencias estructurales existentes en nuestro sistema penitenciario.
Uno de los puntos fundamentales de este informe es señalar que el enfoque represivo para afrontar la violencia no es eficiente pues utiliza la cárcel no como último recurso para la solución del conflicto, sino como un mecanismo prioritario, convirtiendo las prisiones en lo que el experto costarricense Roy Murillo llama “meras bodegas o depósitos, jaulas o zonas de ‘no derecho’”.
Hasta el momento, el Estado de Honduras ha reducido de forma simplista y falaz la seguridad ciudadana a discursos de mano duro o tolerancia cero, ignorando, como lo señala la Comisión Interamericana, que esta “involucra la interrelación de múltiples actores, condiciones y factores entre los cuales se cuentan la historia y la estructura del Estado y la sociedad; las políticas y programas de los gobiernos; la vigencia de los derechos económicos, sociales, culturales; y el escenario regional e internacional”.
En este sentido, es urgente y necesario la adopción de “políticas públicas integrales orientadas a superar las graves deficiencias estructurales presentes y lograr, finalmente, que el sistema penitenciario esté realmente orientado al cumplimiento de los fines de las penas privativas de libertad: la rehabilitación de las personas condenadas penalmente”, tal y como lo ha establecido la Comisión Interamericana.
Si el Estado y la sociedad continuamos en nuestra posición de mantener las cárceles en completo abandono, estas, lejos de ser un lugar en donde no se delinque y se pueda construir un proyecto de vida al margen del delito, será un lugar idóneo para convertir a las personas privadas de libertad en lo que Cafferata Nores llamó verdaderos “catedráticos del crimen”.

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