martes, 25 de septiembre de 2012

La vida no vale nada



La muerte violenta no ve colores, profesiones, ideologías ni condición social y económica. Cada día, la muerte arrebata a miles de familias sus niños, hombres y mujeres.

Diariamente son asesinadas 20 personas sin que nadie sea castigado por ello. Las autoridades encargadas de investigar estos hechos se limitan a repetir la misma cantaleta de que los propios muertos son culpables por andar en “malos pasos”, lo cual sólo es un intento para ocultar la incapacidad e ineficiencia de policías, fiscales y jueces, que a su vez es producto de la corrupción y pudrición del sistema de justicia en su conjunto. 

En Honduras la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes es de 82, que en concreto ha significado que en el año 2010 hubieran 6,239 homicidios, en el 2011 7,104 y de enero a junio de 2012 3,373 muertes violentas. En Chile, por el contrario, la tasa de homicidios apenas llega a 3.7.

La comparación entre Honduras y Chile, los países más violento y más seguro de América Latina respectivamente, refleja la masacre, la guerra de baja intensidad, el holocausto, la barbarie y el exterminio silencioso al que estamos sometidos los hondureños y hondureñas sin saber cómo, cuándo, dónde y quién será el siguiente.

Parafraseando al gran cantautor mexicano José Alfredo Jiménez, podemos denunciar que en Honduras “no vale nada la vida, la vida no vale nada”, y no importa si es la vida de nuestra niñez, de nuestra juventud, de nuestras mujeres, de los mejores hondureños y hondureñas que luchan por un país más justo y más compartido.

Y esta violencia provocada y fomentada por los poderes más oscuros de nuestro país, no sólo nos roba la vida física de quienes son enterrados en los cementerios públicos, privados y hasta clandestinos, sino también nos roba la vida en los espacios públicos, la vida en familia, la vida en la confianza en el otro, la vida que sólo puede ser digna si está liberada del temor y la miseria.

O terminamos resignados a cantar como José Alfredo Jiménez que la vida no vale nada y que “comienza siempre llorando y así llorando se acaba”, o asumimos con valentía y alegría, a pesar de la tragedia, la canción de Pablo Milanés en el sentido que la vida no valdrá nada cuando otros están muriendo y seguimos “aquí cantando cual si no pasara nada”.

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