viernes, 7 de diciembre de 2012

La democracia como derecho humano

La democracia es un derecho humano de naturaleza colectiva y procesal en el que los derechos políticos juegan un papel esencial para asegurar la participación de todos los miembros de la sociedad.

En el marco de los derechos políticos los ciudadanos y ciudadanas tenemos el derecho al ejercicio directo del poder y el derecho a elegir a quienes deben ejercerlo, y a que éstos terminen su mandato.
Ambos aspectos suponen una concepción amplia de la democracia representativa que descansa en la soberanía del pueblo, en la que las funciones a través de las cuales se ejerce el poder son desempeñadas por personas escogidas en elecciones libres y auténticas.

En ese sentido, los derechos a elegir y ser electo representan la expresión de las dimensiones individual y social de la participación política. La primera supone que los ciudadanos pueden postularse como candidatos en condiciones de igualdad y que puedan ocupar los cargos públicos sujetos a elección si logran obtener la necesaria cantidad de votos para ello.
Y la segunda implica que los ciudadanos pueden elegir libremente y en condiciones de igualdad a quienes lo representarán a través del voto. Por tanto, formar parte del gobierno y participar en elecciones genuinas, libres y mediante el voto secreto, es un derecho fundamental para la salvaguardia de todos los derechos humanos.

Sólo un gobierno surgido de la legítima voluntad popular, expresada en elecciones libres, puede proporcionar la más sólida garantía de que los derechos humanos sean observados y protegidos.
Por ello es que la situación de los derechos humanos se ha deteriorado rápidamente desde el golpe de Estado y tanto el gobierno de facto como el actual, carentes de legitimidad, se han caracterizado por el imperio de la violencia contra los más vulnerables y contra cualquier atisbo de disidencia.

Las elecciones primarias han ratificado que todo el sistema electoral está diseñado para violentar no sólo el derecho humano a la democracia como un bien colectivo, sino también el derecho individual de cada hondureño y hondureña a que su voto no sea condenado al fraude y al manoseo de la clase política corrupta y sin escrúpulos.
Si de aquí a las elecciones generales no hay cambios profundos en este sistema, no esperemos que por arte de magia los corruptos permitirán que el voto sea realmente la expresión de la voluntad popular.

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