El 25 de mayo de 1930,
se celebró en Honduras el primer congreso nacional de periodistas, en el marco
del cual se incidió para que el entonces presidente del país, Vicente Mejía
Colindres, firmara un acuerdo de creación del día del periodista.
En uno de los
considerandos de dicho acuerdo, se señaló que “la prensa es factor de positiva
importancia para la cultura de los pueblos, el afianzamiento de la paz y el
prestigio de las instituciones”.
84 años después, tal
declaración se ha manchado de sangre, ya que Honduras tiene el macabro título
de ser el país más peligroso del mundo para los periodistas. Particularmente,
después del golpe de Estado en junio de 2009, 32 periodistas y comunicadores
sociales han sido asesinados impunemente.
Aunque el Estado de
Honduras creó una “Unidad de Muertes de Alto Impacto” adscrita a la Fiscalía
Especial de Delitos contra la Vida, de los 32 asesinatos apenas en el 10%
existen algunos avances en la investigación. Sin embargo, la impunidad es lo
que caracteriza no sólo estas muertes, sino también las intimidaciones, las
amenazas y otros ataques que sufren quienes ejercen el periodismo.
Sin duda alguna, tal y
como lo establece el Principio 9 de la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, este tipo de actos “viola los
derechos fundamentales de las personas y coarta severamente la libertad de
expresión”.
Esta
situación es una de las razones por las cuales Honduras fue incluida por la
Comisión Interamericana en la lista siniestra de Estados violadores de derechos
humanos y en ese sentido, recordamos las recomendaciones de este órgano regional
para que el Estado hondureño adopte mecanismos de prevención adecuados para
evitar la violencia contra los y las comunicadoras.
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