El conocido dicho popular de que existen “Elecciones estilo Honduras” ha superado cualquier expectativa. Ni siquiera la persona más pesimista podría imaginar el nivel de ilegalidad que puede alcanzar la actual clase política para mantenerse en el poder.
Y con un cinismo que solo los impunes pueden mostrar, nos llaman a la supuesta fiesta electoral pretendiendo hacernos creer que con nuestros votos participaremos en la toma de las decisiones más importantes del país.
Mientras tanto, los partidos políticos de oposición también nos llaman a acudir masivamente a las urnas en noviembre próximo para detener el fraude que ya tienen montado los sectores vinculados a Juan Orlando Hernández.
Y algunos sectores de sociedad civil se esfuerzan en implementar estrategias para promover la rendición de cuentas de quienes buscan un cargo de elección popular y para incorporar en sus agendas políticas temas de interés de algunos grupos vulnerabilizados.
Sin embargo, pese a cualquier esfuerzo que se realice, el verdadero fraude ya está en marcha porque no podemos ignorar que el actual proceso electoral no tiene la más mínima legitimidad democrática al estar viciado por un nuevo rompimiento del orden constitucional.
¿Acaso ignoramos que la prohibición de la reelección está contenida en un artículo pétreo que ni el Congreso Nacional ni el Poder Ejecutivo ni la Corte Suprema de Justicia puede eliminar porque es una facultad que solo le corresponde al pueblo hondureño como titular del poder constituyente?
¿Acaso ignoramos que al permitir la reelección la Sala de lo Constitucional suplantó la soberanía popular y que el Congreso Nacional al pretender interpretar la sentencia para reglamentarla se atribuye facultades judiciales que vulneran el principio de separación de poderes?
¿Acaso ignoramos que la alternabilidad en el ejercicio de la presidencia obliga a que el titular del Ejecutivo cambie periódicamente y prohíbe que el actual presidente lo ejerza por otro período consecutivo sin mediar el intervalo de un período presidencial?
¿Acaso ignoramos que suplantar la soberanía popular y transgredir la alternabilidad en el ejercicio de la presidencia no es otra cosa que un nuevo rompimiento del orden constitucional? ¿Cómo es posible que no comprendamos que las próximas elecciones son un grave fraude constitucional?
Tanto cinismo e ilegalidad no podrían ser posibles sin la complicidad de todos los sectores involucrados, incluidos el gobierno estadounidense, la Unión Europea y el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, empeñado en ignorar este nuevo golpe de Estado en Honduras y obsesionado con la crisis política venezolana.
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