En palabras del economista Hugo Noé Pino, el llamado paquetazo navideño
aprobado por el gobierno Lobo-Hernández “constituye uno de los ajustes fiscales
más inequitativos y groseros que se hayan aprobado desde la década de los
noventa”, pues encarecerá el nivel de vida ya de por sí precario de millones
de hondureños y hondureñas.
Con este paquetazo se eleva del 12 al 15 por ciento el impuesto sobre ventas,
impone más impuestos a las llamadas de celulares, aumenta en 5 lempiras el
precio de los combustibles con su consecuente impacto en los precios del
transporte público, entre otras cosas, con lo cual se pretende recaudar
alrededor de 16 mil millones de lempiras.
Evidentemente, la clase política hondureña sabe que existen otras formas
de recaudar ingresos para el Estado y una de ellas tiene que ver con dos
factores fundamentales que colocan a Honduras como uno de los países más
pobres, violentos y corruptos del mundo.
El primero tiene que ver con la evasión fiscal, particularmente grandes
empresas privadas que evaden el pago de impuestos y que si el gobierno tuviera
voluntad política para combatir la evasión tributaria podría recuperar al menos
45 mil millones de lempiras, es decir, 29 mil millones más que los recauda con
el paquetazo.
El segundo tiene que ver con la corrupción pues de acuerdo con el coordinador de Transformemos Honduras, Carlos Hernández, Honduras pierde
anualmente 18 mil millones de lempiras sólo en las cuentas de las secretarías
de Estado que manejan mayores presupuestos.
Por tanto, si el gobierno saliente de Pepe Lobo y el entrante de Juan Orlando Hernández tuvieran un compromiso serio con la ciudadanía, lo primero que hubieran hecho es adoptar medidas efectivas para combatir la corrupción y la evasión tributaria. No obstante, prefirieron proteger a los corruptos y evasores, y aplicarle a la población una pesada carga que provocará mayor pobreza y migración forzada.