martes, 2 de junio de 2020

Violencia sexual y el nuevo Código Penal


Al aprobarse una ley tan importante en materia penal debe valorarse, entre otras cosas, el contexto en el que esa normativa va implementarse. En este sentido, una de los aspectos que más ruido hace el nuevo Código Penal es la reducción de las penas por delitos de violencia sexual.

De acuerdo con el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, solo entre enero y diciembre de 2018 se registró un promedio mensual de 248 casos por denuncias sexuales, de los cuales en el 87.4% las víctimas fueron mujeres y en el 69.1% su edad oscilaba entre los 5 y 19 años.

Por otra parte, en su más reciente informe sobre Honduras, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos constató la grave situación de violencia que enfrentan las mujeres, adolescentes y niñas, la cual se caracteriza por la prevalencia de violencia sexual.

Y lo más grave es que la impunidad alcanza el 95% de los casos, pese a que, como la señala la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es una experiencia traumática que tiene severas consecuencias y causa gran daño físico y psicológico que deja a la víctima “humillada física y emocionalmente”.

Por tanto, la reducción de las penas en los delitos sexuales no está acorde con los altos niveles de violencia que enfrentan las mujeres e ignora que representa una ofensa a la dignidad humana, como lo señala la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.

Si el Congreso Nacional quisiera demostrar su compromiso para erradicar las violencias contra las mujeres, debe establecer penas adecuadas a la gravedad de los delitos. Por ahora, el nuevo Código Penal es una muestra de que tal compromiso no existe.
 

Sumándonos a la voz de CONAPREV


El domingo despertamos con otra noticia trágica vinculada al deteriorado sistema penitenciario hondureño: seis mujeres privadas de libertad perdieron la vida, dos resultaron heridas y varios niños y niñas quedaron sin sus madres debido a un incidente en donde hubo un incendio y el uso de armas de fuego.

Estos hechos reflejan lo que en su momento denunció el titular del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, Leo Valladares Lanza, en el sentido que “podríamos aseverar sin temor a la exageración, que estamos ante violaciones masivas y sistemáticas de los derechos humanos de la población interna”.

El incendio en la Granja Penal de El Porvenir en La Ceiba, el incendio en el Centro Penal de San Pedro Sula y el incendio en la Granja Penal de Comayagua son solo tres ejemplos de la grave situación carcelaria que enfrenta el país sin que el Estado adopte medidas efectivas para que no vuelvan a repetirse.

La situación es tan grave que el Estado hondureño ha sido condenado en dos ocasiones por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en los casos López Álvarez y Pacheco Teruel y otros, vinculados con las condiciones de los centros penales contrarias a los estándares internacionales de derechos humanos.

A su vez, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicó un informe especial sobre el sistema penitenciario hondureño en el año 2013, que visibiliza las condiciones infrahumanas, de hacinamiento, de violencias, de impunidad y de autoritarismo que convierten a nuestras cárceles en un verdadero infierno.

Mientras el Estado incumple permanentemente su obligación de tener un sistema penitenciario democrático y que sirva a los intereses de la justicia, la sociedad se muestra indiferente ante el mundo carcelario bajo la ilusoria seguridad de que está inmune a la posibilidad de entrar en sus dominios.

Se tiene la siniestra idea de que la cárcel es el basurero en donde se arrojan a aquellos seres humanos que consideramos parias y, como lo señala Oscar Wilde, quedan ocultos en lo oscuro de sus celdas y el mundo, “una vez que ha conseguido lo que quería, sigue su camino, y a ellos les deja sufrir en paz”.

Sin embargo, como sociedad al menos debemos unirnos a la voz de Glenda Ayala, del Comité Nacional de Prevención contra la Tortura, Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes (CONAPREV), que valientemente exigió la destitución inmediata de la directora y sub directora de esta prisión por negligentes y cómplices.
 

La articulación desde la esperanza

El domingo 17 de mayo se cumplieron 16 años de haber ocurrido una de las más grandes tragedias en un centro penitenciario en América Latina: el incendio del centro penal de San Pedro Sula en el que murieron 107 personas privadas de libertad.

A su vez, el domingo 18 de mayo se cumplieron 22 años del asesinato del ambientalista y regidor de la corporación municipal de Catacamas, Carlos Antonio Luna López, cuya vida fue arrebatada por su incansable defensa del medio ambiente.

Por ambos casos, el Estado de Honduras fue declarado responsable internacionalmente por la Corte Interamericana de Derechos Humanos a través de las sentencias conocidas como Pacheco Teruel y otros, y Luna López, en las cuales el ERIC-SJ participó como co-litigante.

El proceso de estas sentencias no brinda dos lecciones esenciales en materia de derechos humanos. En primer lugar, la importancia del establecimiento de alianzas, ya que en dichos casos participaron varias organizaciones de forma coordinada.

En estos procesos hubo una estrecha coordinación entre el ERIC-SJ, el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), y la Pastoral Social Caritas y la Pastoral Penitenciaria pertenecientes a la Diócesis de San Pedro Sula.

Y, en segundo lugar, estas sentencias representan el resultado del uso estratégico de las herramientas que brinda el Sistema Interamericano de Derechos Humanos cuando el sistema de justicia nacional no tuvo la capacidad o voluntad de investigar los hechos violatorios.

Aunque se debe tener claro que estas sentencias no han cambiado ni van a cambiar por arte de magia la grave situación de derechos humanos existente, sirven y deben servir como herramientas políticas y jurídicas para transformar dicha situación desde las alianzas y las articulaciones.

En ese sentido, este tipo de sentencias ha permitido la constitución de la Mesa de Seguimiento al Cumplimiento de las Sentencias y Resoluciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, conformada por varias organizaciones que han logrado sentencias interamericanas.

Desde la Mesa de Seguimiento continuamos articulándonos desde la esperanza y aspiramos a que las sentencias de la CorteIDH nos sirvan como una herramienta más para que casos como los del centro penal y Luna no vuelvan a repetirse.