El 28 de junio de 2009, Honduras despertaba con el anuncio de un golpe de
Estado, que cinco años después continúa manifestando sus efectos trágicos sobre
la institucionalidad democrática y sobre la vida de una ciudadanía secuestrada por
la impunidad y la violencia que gobierna, controla, chantajea y amenaza
permanentemente a la sociedad.
En la Honduras postgolpe,
solo el año pasado se cometieron 109
masacres, 6,757 homicidios, es decir, 563 homicidios al mes y en promedio 19
víctimas al día. En la Honduras postgolpe los femicidios pasaron de 512 a más
de 600 en 2012 y 2013. En la Honduras postgolpe miembros de la Policía Nacional
asesinaron a 149 personas entre enero de 2011 y noviembre de 2012.
En la Honduras postgolpe mas de 32 periodistas
y comunicadores sociales han sido asesinados impunemente. En la Honduras
postgolpe 765 estudiantes de
primaria, secundaria y universidad han sido asesinados entre enero de 2010 a
mayo de 2014. En la Honduras postgolpe, solo en el gobierno de Pepe Lobo fueron
asesinados 3901 niños, niñas y
jóvenes menores de 23 años y hasta el tercer mes del actual gobierno, la cifra
ya rondaba los 270.
En la Honduras postgolpe se fortaleció la
impunidad a través de juicios viciados y una ley de amnistía para favorecer a
quienes atentaron contra la democracia y los derechos humanos. En la Honduras
postgolpe quienes dieron la asonada siguen siendo premiados como héroes
nacionales y mantienen el control de instituciones claves del sector justicia y
seguridad.
En la Honduras postgolpe el trinomio funesto
de la impunidad, la corrupción y la concentración del poder hieren al país en
su mero corazón y deniegan la justicia. En la Honduras postgolpe el país se
vende a pedazos y los bienes naturales de las comunidades son entregados
inconsultamente a empresas y empresarios
inescrupulosos que están dispuestos a ejercer la violencia.
Pero también, en la Honduras postgolpe miles
de víctimas continúan exigiendo justicia, siguen luchando frontalmente contra
la impunidad y contra los impunes, continúan defendiendo con su vida sus
territorios, siguen rebelándose ante la desesperanza y el sufrimiento para
gritar ¡basta!
Y ese grito casi desesperado sale del alma impulsado por los sueños de
millones de personas que soñamos una Honduras libre del temor a la violencia y
la miseria, y que paso a paso y lentamente, construimos desde las luchas
cotidianas y comunitarias una Honduras más justa, compartida y solidaria.