En Brasil, el año 2011 inicia con Dilma Rousseff como nueva presidenta del país, quien ha prometido impulsar la revisión de los crímenes de la dictadura mediante un acuerdo con organismos de derechos humanos y las Fuerzas Armadas que permita dilucidar los cientos de asesinatos, torturas y desapariciones cometidas durante el régimen militar.
Entre otras cosas, el gobierno brasileño a través de su secretaría de derechos humanos instará al Congreso de los Diputados a que apruebe un proyecto que cree una Comisión de la Verdad que ofrezca una versión real sobre los asesinados y desaparecidos, crímenes que han estado protegidos por una ley de amnistía recientemente declarada incompatible con el derecho internacional por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En cambio, en Honduras la situación de impunidad se agrava y al régimen de Lobo Sosa ya no le funciona el remachado discurso de que su gobierno de conciliación nacional está comprometido con el respeto a los derechos humanos, pues choca frontalmente con los recientes informes de organismos internacionales que denuncian que en el país continúan la violencia, la intimidación y la impunidad.
Ejemplo de lo anterior es el hecho de que en materia de libertad de expresión, base fundamental de todo sistema democrático, Honduras es considerada un punto negro destacado en Latinoamérica debido a las permanentes amenazas, intimidaciones y asesinatos de periodistas y comunicadores sociales.
Además, sólo basta echar una mirada a las condiciones de investigación de los crímenes cometidos en el marco de la violencia política generada por el golpe de Estado para comprobar que hasta el momento no hay ninguna persona condenada penalmente por las violaciones a los derechos humanos.
Mientras la situación de derechos humanos se sigue deteriorando, el régimen de Lobo Sosa insiste en su discurso de reconciliación nacional pero ignorando que la reconciliación no tiene por qué significar olvido, y como lo señaló la nueva presidenta de Brasil, reconciliarse requiere “enfrentar el pasado para poder pasar la página con conciencia”.
Y enfrentar el pasado implica necesariamente investigar y castigar a los responsables de las violaciones a derechos humanos.
Esperamos que con el esfuerzo de quienes estamos comprometidos con la justicia tanto a nivel nacional como internacional, el pueblo hondureño pueda ver en el 2011, nuevas luces que iluminen el camino del fin de la impunidad.
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