Recientemente, la Alianza por la Paz y la Justicia
(APJ) presentó un informe de rendimiento de la seguridad pública durante la
administración del ex presidente Lobo Sosa. Uno de los aspectos que analiza
este documento es el proceso de depuración policial.
En pocas palabras, este informe señala
contundentemente que el gobierno de Lobo Sosa ha fracasado en realizar dicha depuración, debido a la falta de voluntad política de
las altas autoridades del Estado, a las limitadas competencias técnicas y la
poca diligencia de las autoridades encargadas de impulsar la depuración, y a la
escasa coordinación entre las diferentes instancias involucradas en el proceso,
en particular entre la Dirección de Investigación y Evaluación de la Carrera
Policial (DIECP) y la Secretaría de Seguridad.
Para la APJ, el fracaso del
proceso de depuración tiene dos aristas que golpean con fuerza la dignidad de
la sociedad hondureña. Por un lado, la DIECP no ha privilegiado la
investigación patrimonial como herramienta fundamental para la identificación de
los policías involucrados en narcoactividad y crimen organizado. Hasta el
momento, se han gastado 57 millones de lempiras y la DIECP solo ha remitido al
Tribunal Superior de Cuentas, 9 expedientes por delitos patrimoniales de
miembros de las cúpulas policiales.
Por otro lado, los pocos casos
de depuración se han caracterizado por la ausencia de garantías del debido
proceso, abriendo la posibilidad de que los policías despedidos demanden al
Estado hondureño exigiendo indemnizaciones millonarias por la violación de sus
derechos; pero además, prácticamente no ha existido depuración de las cúpulas
policiales que podrían estar ligadas a bandas criminales.
Por ello no es de extrañar que
el coordinador de la APJ, Josué Murillo, denunciara la semana pasada que por lo
menos cuatro y cinco altos oficiales de la Policía Nacional encabezan bandas
del crimen organizado y que las autoridades no proceden contra ellos porque no
se pueden recopilar pruebas, ya que hay miedo o colusión de parte de quienes
deben impulsar un verdadero proceso de depuración.
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