Parecería redundante que en pleno siglo XXI sea tan necesario insistir en
el concepto de Estado de derecho pero en un país como Honduras con una clase
política autoritaria, es preciso recordar que tal
concepto se refiere a una forma de organización jurídico-política caracterizada
por varios elementos.
En primer lugar, por la incorporación al
ordenamiento jurídico de unos valores considerados fundamentales para la
comunidad, es decir, los derechos humanos; en segundo lugar, por la
consagración del principio de legalidad, que implica que la actuación de los
poderes públicos esté enmarcada dentro de lo que establecen la Constitución y
las leyes, en virtud de lo cual pueden ser objeto de control judicial.
Y en tercer lugar, por la funcionalización
del ejercicio de dichos poderes a la garantía del goce de todos los derechos
humanos; en otras palabras, el respeto y la promoción de
los derechos humanos se constituye en el más alto deber del Estado y sus
instituciones, y por ende, su cumplimiento representa un elemento que legitima
la razón de ser del mismo.
La realidad nos muestra que después de más de 30 años de democracia
formal, el ideal de un Estado de derecho en Honduras sigue siendo una utopía
cada vez más lejana debido a una clase política corrupta que anualmente se roba 18 mil millones de lempiras sólo de las cuentas de
los ministerios con mayores presupuestos; y a una casta militar y policial que
asesina, viola, tortura, desaparece y da golpes de Estado.
Por eso no es de extrañar que en el más reciente sondeo de opinión
pública realizada por el ERIC, el 94% de la población cree que la corrupción
siguió igual o aumentó, y el 89% que la gravedad de la situación de derechos
humanos ha seguido igual o ha aumentado durante el año 2013.
Teniendo en cuenta que la legitimidad es un factor fundamental para los
sistemas democráticos, resulta grave que instituciones tan importantes para el
fortalecimiento del Estado de derecho como la Corte Suprema de Justicia, el
Ministerio Público y el Comisionado Nacional de Derechos Humanos, son
percibidas con desconfianza por más del 70% de la población.
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