En el informe especial que presentó la semana pasada la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Honduras (OACNUDH), se constata, entre otros, los siguientes crímenes.
Al menos 16 muertes violentas a causa de los disparos de policías y militares, entre ellas dos mujeres y dos niños; 7 ejecuciones extrajudiciales como consecuencia de impactos de bala en la cabeza; y al menos 60 personas heridas, la mitad de ellas con municiones reales. Los ejecutores son miembros de la Policía Militar y la Policía Nacional.
Aunque existen los sicarios militares y policiales que dispararon, la responsabilidad de sus superiores civiles y jefes militares se extiende a los crímenes cometidos por fuerzas bajo su mando o autoridad y control efectivo.
En este caso, los responsables superiores son el General Fredy Santiago Díaz Zelaya, Secretario de Defensa Nacional por ley, General Julián Pacheco Tinoco, Secretario de Seguridad, y Coronel Óscar Reyes Paz, jefe de la Policía Militar de Orden Público.
Estos tres jerarcas militares son responsables por estos crímenes porque tuvieron conocimiento de su comisión e hicieron caso omiso deliberadamente a la información sobre los mismos; porque esos crímenes guardan relación con actividades bajo su responsabilidad y control efectivo; y porque no adoptaron todas las medidas necesarias y razonables para evitarlos, reprimirlos o denunciarlos.
Es más, estos tres jefes militares tenían conocimiento de los actos delictivos de sus subordinados, sin embargo, hicieron caso omiso a los mismos e incluso entorpecieron el trabajo de este órgano internacional, ya que no le proporcionaron a la OACNUDH información sobre las órdenes que regulaban las operaciones y negaron el acceso a ciertos registros de las personas detenidas.
A los generales Díaz Zelaya y Pacheco Tinoco, y al coronel Reyes Paz la ceguera del poder absoluto no les permite ver la gravedad de las consecuencias por estos crímenes y no son capaces de comprender que desde hace un tiempo se está abriendo un agujero en el muro de la impunidad que terminará por caer sobre sus cabezas.
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